En octubre de 2025, ocho grandes plantas químicas en los Países Bajos detuvieron o suspendieron temporalmente sus operaciones. Entre ellas se encuentran empresas conocidas como LyondellBasell, Indorama, Tronox, Westlake y Vynova. La noticia ha provocado una fuerte reacción, ya que afecta a uno de los sectores industriales clave del país y de toda Europa.
Uno de los casos más destacados es el de la planta de LyondellBasell en Róterdam, cerrada a pesar de una reciente modernización destinada a reducir las emisiones de dióxido de carbono. Esta decisión refleja la profundidad de los problemas del sector y cómo incluso las inversiones en sostenibilidad no logran compensar los altos costos y la presión económica.
Las principales razones de la crisis son varias. En primer lugar, los altos precios de la energía hacen que la producción en Europa sea cada vez menos rentable. Además, los fabricantes chinos ofrecen los mismos productos a precios mucho más bajos gracias a la energía más barata y al apoyo gubernamental. A esto se suman las normativas medioambientales cada vez más estrictas que elevan los costos de producción y limitan las oportunidades de crecimiento.
Los efectos de estos cierres se sienten no solo en los Países Bajos, sino también en todo el mercado europeo. Muchas industrias dependen de los productos químicos para su producción, y la reducción del suministro podría provocar un aumento en los precios de las materias primas y un enlentecimiento en las cadenas de suministro.
Este caso ilustra un problema más amplio de competitividad industrial en Europa. Entre el impulso hacia la transformación ecológica, el aumento de los costos y la competencia global, las empresas europeas encuentran cada vez más difícil equilibrar la sostenibilidad con la viabilidad económica.
